sábado, 27 de septiembre de 2008

A un renglón


Y de ti que quieres que diga.
Miserable te vez cuando me pides que hable sobre ti.
No me elogia y mucho menos halaga saber que admiras esos míseros trazos, que relleno en los renglones que me piden que los cubra, por la blancura que tienen. Los tatúo letra por letra, tratando de apaciguar ese dolor que les produce ese camino vacío. Pero no puedo siempre debo dejar un espacio, entonces quedan inconformes y no me responden como yo quisiera. Me gritan y cortan las líneas.Paso al siguiente y llega al final de la hoja, debo cambiarla, pero entonces noto la molestia y la envidia que les produce que no siga escribiendo sobre ellas. Doy vuelta a la hoja y en vez de tomarla por el primer renglón, empiezo por el último y de revés escribo, con la vana idea de que con eso lograré calmar su dolor, se olvidara la envidia. Pero no, solo logro contentar más a las nuevas que de una u otra forma quieren que las rellene, y no puedo hacerlo, la tinta es escasa las palabras son pocas. El tiempo se agota y no lo puedo matar.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Maldita sea tu muerte

Aguanta hasta que la soledad te persiga. Hasta que el cansancio de la noche se apodere de tu aliento, y te ahogue en la almohada que se apodera de todos tus sueños, sin devolvértelos se los roba y te quedas solo, con esa melancolía que te quita la tristeza, te libera, no te cansa sino te inspira. Te prepara para despertar sin sueño, pero con los sueños del día que te hacen caminar entre la gente que corre, camina y duerme en las calles que no dejan te caigas en el hoyo del olvido, lleno de sombras empolvadas por el tiempo.


Escondidas entre las cajas de fósforos que se guardan de repuesto para encender el cigarrillo que te quita el aire, que te llena de cenizas, que te consume lentamente, mientras sientes el aire que se desvanece entre tus dedos, ante tus ojos, en la ciudad de cristal, mortandad. Y mientras el perro pasa, con la panza vacía tu te comes toda esa mierda frente a su cara, sin sentir compasión, tu te desvives, por mostrarle a todos esa nueva adquisición, mientras el mendigo te ve por el vidrio y con las costillas forradas casi sin aliento te pide un bocado que niegas y evades con la mirada maldita de ese egoísmo presumido que no te deja ver la tristeza de los demás.


Maldito ególatra, desgraciado.... claro consumes ese humito ducle, rico suave, que te da la vida, que da la mata, la matas, la matas, la mata, claro le robas la vida. Sabes que harás llorar hasta el más mísero ser que te conocerá un día antes de tu muerte, desgraciado, no conoces lo que es la compasión, miserable, se acordarán de tu rostro; y ella, que pasó la noche contigo, te vio, en esos minutos en los que le estabas pidiendo de vuelta tu alma al diablo, le hiciste creer que ya no dabas mentiras a los demás, que todo era distinto, tanto como para cambiar. entonces ella, se entarará a la semana siguiente extrañada por tu ausencia y con el aire todo desecho por la espera, que tu miserable nunca quisiste que el diablo te devolviera el alma, sino que tu conversación fue para terminar de venderle las pestañas quemadas, por el cerillo con el que enciendes cada noche tu vida. Pasará la noche contándole a sus conocidos que te vio y le hablaste, le diste ganas de vivir. Apuñalado estarás en la primera página del diario, que cree mereces estar ahí, que tienes tanta importancia y no le eres irrelevante a nadie como para lograr que no le hagan un desaire a tu muerte. Cariño, te lo mereces, cada uno tiene lo que se merece y vos mi vida, te merecías ese fin ruin, ya no tienes salida. Tu desgracia te llevó hasta allí, pero a pesar de todo maldito miserable, lograste que te honraran en tu mísera muerte. No te escondas en el infierno, vete al purgatorio, apláudele al perro que ahora tiene el bocado que le negaste, para que te deje roer el hueso del pollo, que le dio el mendigo, el que te conoció un día antes de tu muerte, le volteaste la espalda y escupiste el único trozo de comida que no era más de un bocado. Busca entre esos hornos ese maldito humo denso que tragaban tus pulmones cada vez que aspirabas la maldita mata. Acábate, no me acabes infeliz, muérete, pero no me lleves contigo deja de ser ruin.