miércoles, 10 de junio de 2009

Suspendido en el Tiempo

La luna ya estaba oculta, y la sombra de la mano en el pavimento, ya estaba cubierta por la sangre de la cabeza de un hombre, tendido en la mitad del suelo. Parecía llevar varias horas, pero no más de 3 ó 4. A medida que las luces de los apartamentos se iban encendiendo, la sangre se condensaba en el pavimento. Los habitantes del Edificio Galápagos, siguieron su rutina a cabalidad, no dieron pistas de saber algo sobre el cadáver del señor Miller, del apartamento 704, todos sabían que cada noche, salía a dar una vuelta en la terraza del décimo piso, para visualizar con mayor claridad las luces de la noche en la ciudad. Nunca se le vio acompañado, excepto por un gato persa de ojos verde de miel, que no lo desamparaba y pasaba el día recostada contra la ventana que daba a la calle de la avenida principal.

La señora Meier, del 601, salió de primeras como siempre a dar una vuelta a la manzana trotando, para empezar bien el día. Sin embargo se extraño que al llegar a la portería, José, el portero, no estuviera atento como siempre a abrirle la puerta, lo llamó con un grito pero no apareció, espero 3 minutos y volvió a llamarlo, esta vez salió corriendo, se había quedado dormido, porque el día anterior, había tenido la celebración de su cumpleaños en casa de su suegra y se había tomado unos buenos traguitos, por lo que el sueño le ganó esa noche. Saludó a la señora Meier y le pidió disculpas, por la demora. Al abrir la puerta pesada de madera con 8 pequeños vidrios que permitían conservar la privacidad del edificio, la sorpresa de Ana, fue total; vio el cuerpo del señor Miller tendido en el andén a unos 6 pasos de la puerta del edificio, rebosado de sangre, se notaba a leguas que ya estaba muerto. Corrió a pedirle el citófono a José para avisarle a su esposo el Doctor Meier, que bajara rápidamente y llamara una ambulancia o en su defecto a la policía. El escándalo que hizo Ana, fue capaz de alertar a todo el edificio sobre lo sucedido, en menos de 10 minutos, todos los residentes se encontraban rodeando el cuerpo, esperando a que llegara la policía, porque así lo habían previsto los paramédicos, para dictaminar que había ocurrido.

De pronto, la pequeña Clara del 701, vecina del señor Meier, recordó haberlo visto subir a la terraza como usualmente lo hacía con su gato; siempre se quedaba a esperar que bajara para despedirse y darle las buenas noches, pero esa noche, no bajó. Así que supuso que mientras lo esperaba se había quedado dormida y ya había pasado. Miró la ventana del apartamento del señor Miller y lo único que vio fue su gato pelusas mirando desde su sitio habitual, el cadáver despavorido de su amo.

Inmediatamente, Clara supuso que el gato tenía que ver algo con la muerte de Miller, como podía estar tan tranquilo si era su amo. Subió corriendo a la terraza del edificio, mientras los paramédicos trataban de determinar que había pasado, y la policía tomaba testimonios a los habitantes del edificio que se prestaron para colaborar, no todos quisieron ya que Miller, era un sujeto amargado, retraído y antipático, por lo tanto, no muy querido. Sus únicas amigas eran Clara y su mamá Sofía. Revisó la terraza cuidadosamente y no vio nada que llamara su atención, sin embargo dedujo que el gato tenía algo que ver con misterio de la muerte de su vecino.

Al volver a la escena del crimen, escuchó que en la solapa del muerto, habían pelos de gato, inmediatamente se inmiscuyó en la conversación y le contó a los policías que el señor Miller tenía un gato que subía con él todas las noches a ver las estrellas en la terraza del décimo piso. La policía comprendió que no se trataba de ningún asesinato, ni un accidente, pues la soledad había acompañado a este hombre durante varios años, y el tiempo ya era inútil para él, tan solo tenía a su gato que al ver el intento del hombre por arrojarse al vacío, trató de revertir su decisión, pero ya era demasiado tarde. Solo pudo caer con él al vacío, pero al caer boca arriba, su amo le salvó la vida y ahora el gato tendría que resignarse a la soledad del 701.