sábado, 26 de noviembre de 2011

Tu desayuno está servido

Debo confesarte que estoy resignada a otro más de tus desplantes...
a otro desaire, a una nueva tristeza.
A una desilusión cada vez más profunda que me produce el conocerte y desconocerte,
cada vez que me hablas con ira.

Debo reconocer que te enseñé cuál era el método para
odiarme. Cuál era la manera de de mirarme a los ojos y herirme.
Te enseñé a hablar con ese desprecio que nos aleja y distancia cada vez más en las noches.
Acordamos padecer nuestras angustias... y...el dolor. Nada va incluido.

No incluimos la rutina, la monotonía, el desapego de un mortal o un simple pasado desgastado por nuestras palabras; rasgado, reciclado. Sin embargo, mientras nuestros caminos se sigan chocando, solo podré enseñarte a dejar de amarme, te enseñaré tácticas para alejarme, secretos para destruirme y conseguir mis tristezas. Prometo empacar cada una de tus dudas y confirmarla, te aseguro cariño insulso, amor despiadado, buen veneno para el alma. Procuraré dejarte todas las herramientas en la mesa.



Pero si decides algún día olvidar lo que te enseño y mis respuestas se hacen paulatinas a la hora de beber tu aliento nuevamente... Entonces, yo podré renovar mi lista de tareas. Re acomodaré las herramientas y las dejaré sin filo. Pondré seguro a cada gaveta que acumula mi receta. Y por último, caminaré los rastros de café sobre un mesón blanco para hacerme pasar por una migaja de pan, intentando cambiar el sabor de tu desayuno.