miércoles, 28 de agosto de 2013

 Tengo un vicio... de esos que a veces se torna incontrolable... y ese vicio. Mi vicio, es escribirte. Verte solo entre letras, con espacios blancos o simples sonidos que despiertan con la voz porqué aún, la tuya se esconde tras la sombra de las curvas de tus trazos. 

Violeta

Tú naciste un lunes y ese lunes, no lloré. Ese lunes, no quise ver como llovía, solo quise verte a ti y buscarte entre sábanas blancas para abrazarte. Yo no te preví ni marqué tu día de llegada, tampoco le puse fecha de llegada a tu vida... Tú solo llegaste y abriste el corazón. Llegaste para unir lazos para sellar caminos y forjar fuentes de infinita vida a tu lado. Cambiaste mis colores y me diste tonalidades que empaparon mis manos de tierra mojada; recordándome cómo los olores y las caricias están hechas de barro y depende de nosotros si la dejamos secar o la empapamos para que escape en un solo hilo de agua. Por eso y por otros tantos sabores que me has dado en estos años, sacudo mi aliento para llenarte de besos y darte las gracias por ser mi hija Violeta.