viernes, 16 de mayo de 2014

Así se anula un niñ@

Qué tristeza ver cómo la ignorancia de un padre puede llegar a permear y anular la imaginación de un niño. Mi comentario se refiere a lo siguiente:

A mi hija Violeta de 3 años le gusta jugar con muñecas, casas, ollas, carros, estaciones de bomberos, peluches y el hombre araña. En días pasados escogió en una tienda su "Spiderman"; se mostró feliz porque finalmente podría tener uno al igual que sus <>, (hago el énfasis debido a que el mayor anhelo al tenerlo, era poder entrar a jugar con sus amigos Federico, Jacobo y Juan Diego). Estuvo dichosa desde el miércoles, día en que llevó a su juguete para compartir en el recreo con sus compañeros. Llegó a contarnos todas las anécdotas del día y expresó la felicidad por haber podido jugar en el grupo de los niños. Sin embargo, hoy cuando llegó a casa, solo preguntaba una y otra vez por "Spiderman", lo busqué durante 30’, pero el juguete no apareció. Le indiqué que era ella quien debía buscarlo porque ella había sido la última en verlo. Busco un buen rato entre sus juguetes y debajo de la cama... hasta que se acercó a mí y dijo que se había quedado en el jardín. Entre el afán cometí el error de llamarle la atención por haber perdido de vista al muñeco y no traerlo a casa: ella empezó a llorar, no entendí su reacción (pues no le levanté la voz y el comentario no lo hice en tono de regaño). Sin embargo, al ver como se acongojaba y su llanto aumentaba, me acerqué para preguntarle por qué lo había olvidado. Mientras la abrazaba para calmar su llanto, decía tartamudeando que su amigo "Sacobo" (así pronuncia el nombre de Jacobo), se lo quitó de sus manos, quedándose con él y lo había llevado a su casa. Le pregunté cuál había sido su respuesta para él y me contestó de la manera más auténtica y tierna: - Le dije que no lo volviera hacer mamá-. Seguí indagando mientras me llenaba de impotencia al saber la tristeza que mi hija sintió cuando el niño finalmente le dijo (en palabras de Violeta): - Esto no es para niñas-.

Tengo la claridad de que en los niños siempre habrá un poco de egoísmo, el sentido de pertenencia y atención única sobre un objeto o persona en especial está presente desde que nacen y con los años desvanece o permanece. De todas maneras también estoy consciente de que la consciencia en los niños (valga la redundancia), se debe manejar desde los primeros años para que nuestros niños no lleguen a ser personas egoístas, envidiosas y sobre todo “una carga para la sociedad”. Creo que ante todo debemos criar niños útiles para la sociedad que sean conscientes y aprendan desde temprano la objetividad y el respeto. Necesitamos seres humanos que observen y se detengan a analizar, pensar y resolver  problemas; no que se queden mirando las condiciones de discapacidad, el color de piel (pensando que hay “razas” que nos separan, cuando las razas no existen y no son más que un invento del hombre, así como las “clases sociales”, etc.), la inclinación sexual y condiciones finalmente a las que cada uno pertenecemos y son características que nos definen, pero no por esto se debe dividir. Lo ocurrido con mi hija mayor, me hace pensar en mi hija menor: Emma, quien desde que nació tiene un hemangioma entre su frente y nariz, que destaca y para muchos la aparta de ser una “belleza estereotipada”, gente imprudente fisgona y chismosa es lo que he conocido en aumento durante estos últimos cuatro años, desde que soy Mamá. Para mí (sobra decirlo) es mi hija ante todo y como madre amo toda su piel y rincones. Sorprendéntemente Violeta que ya tiene consciencia de muchas cosas y es capaz de hacer preguntas relacionadas con el clima o los sentimientos de una persona o un animal, no ha preguntado por qué su hermanita tiene una ‘pelotita’ en su frente, pues para ella eso no la hace diferente de ‘los demás’, sencillamente es la condición que ella tiene en estos momentos. Violeta no ha aprendido a mirar de manera diferente a un hombre que tiene muñones y pasa por la calle vendiendo artículos. Tampoco se asustó (como muchos creerían), con el señor de la hamburguesería que tenía su rostro quemado y atendió nuestro pedido. Le regaló sonrisas y mantuvo conversaciones cortas con él sin hacerle preguntas por su rostro y en cambio agradeciéndole por darle la gaseosa que había pedido. Tal vez en algún momento ella decida preguntar los rasgos que tienen las personas desde luego; pero nunca serán entendidos como defectos. Porque defecto es lo que tienen aquellas personas que se dedican a matar y hacer daño a otros.

No puedo decir que nunca he caído en algún comentario que haya estado acompañado de subjetividad o rechazo; pero lo que sí puedo decir es que me he vuelto más consciente de que no quiero ser esa persona y de que la forma más inmediata de activar esa consciencia, es a través de mis hijas. No pretendo ocultarles cómo “funciona” nuestra sociedad, pero sí creo que está en mis manos y en las de mi esposo darles a entender cómo pueden contrastar esa “funcionalidad”, partiendo del precepto en que tenemos el poder de no convertirnos en obstáculos para nuestros hijos/as y que ellos/as tienen y deben entender por nosotros la importancia que merece conocer, respetar, compartir, aceptar, tolerar y saber que siempre habrán condiciones distintas en todos que reflejan gustos, pensamientos y afinidades por determinadas cosas, ideas y personas.


Para cerrar quiero recalcar cómo lo que hoy vivió mi hija, es un síntoma claro de cómo los papás nos encargamos de condicionar a nuestros hijos enseñándoles ‘lo que es’ y ‘lo que no es’, realmente importante en la vida, qué separa y qué divide. No culpo al compañerito de mi hija por su comportamiento, finalmente entiendo y sé que él, es una réplica de lo que sus padres le han mostrado, pues no siempre lo que les decimos de manera directa es lo que se queda en nuestros hijos y es muy ingenuo de nuestra parte pensar que solamente lo dicho es lo que se aprende. Todo lo que ellos perciben de nosotros, es lo que aprenden. Finalmente invito a quienes elijan leer esta carta abierta a pensar en cómo nuestros ejemplos se convierten en obstáculos para los niños los cuales muchas veces podemos ayudar disolver pensando que sí marca una gran diferencia el hecho de detenerse a decirle a un niño o niña cuál es el juguete que debe o puede usar para sus juegos.

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