Qué tristeza
ver cómo la ignorancia de un padre puede llegar a permear y anular la
imaginación de un niño. Mi comentario se refiere a lo siguiente:
A mi hija
Violeta de 3 años le gusta jugar con muñecas, casas, ollas, carros, estaciones
de bomberos, peluches y el hombre araña. En días pasados escogió en una tienda
su "Spiderman"; se mostró feliz porque finalmente podría tener uno al
igual que sus <>, (hago el énfasis debido a que el
mayor anhelo al tenerlo, era poder entrar a jugar con sus amigos Federico,
Jacobo y Juan Diego). Estuvo dichosa desde el miércoles, día en que llevó a su
juguete para compartir en el recreo con sus compañeros. Llegó a contarnos todas
las anécdotas del día y expresó la felicidad por haber podido jugar en el grupo
de los niños. Sin embargo, hoy cuando llegó a casa, solo preguntaba una y otra
vez por "Spiderman", lo busqué durante 30’, pero el juguete no
apareció. Le indiqué que era ella quien debía buscarlo porque ella había sido
la última en verlo. Busco un buen rato entre sus juguetes y debajo de la
cama... hasta que se acercó a mí y dijo que se había quedado en el jardín.
Entre el afán cometí el error de llamarle la atención por haber perdido de
vista al muñeco y no traerlo a casa: ella empezó a llorar, no entendí su
reacción (pues no le levanté la voz y el comentario no lo hice en tono de
regaño). Sin embargo, al ver como se acongojaba y su llanto aumentaba, me
acerqué para preguntarle por qué lo había olvidado. Mientras la abrazaba para
calmar su llanto, decía tartamudeando que su amigo "Sacobo" (así
pronuncia el nombre de Jacobo), se lo quitó de sus manos, quedándose con él y
lo había llevado a su casa. Le pregunté cuál había sido su respuesta para él y
me contestó de la manera más auténtica y tierna: - Le dije que no lo volviera
hacer mamá-. Seguí indagando mientras me llenaba de impotencia al saber la
tristeza que mi hija sintió cuando el niño finalmente le dijo (en palabras de
Violeta): - Esto no es para niñas-.
Tengo la
claridad de que en los niños siempre habrá un poco de egoísmo, el sentido de
pertenencia y atención única sobre un objeto o persona en especial está
presente desde que nacen y con los años desvanece o permanece. De todas maneras
también estoy consciente de que la consciencia en los niños (valga la
redundancia), se debe manejar desde los primeros años para que nuestros niños no lleguen a ser personas egoístas,
envidiosas y sobre todo “una carga para la sociedad”. Creo que ante todo
debemos criar niños útiles para la sociedad que sean conscientes y aprendan
desde temprano la objetividad y el respeto. Necesitamos seres humanos que
observen y se detengan a analizar, pensar y resolver problemas; no que se queden mirando las
condiciones de discapacidad, el color de piel (pensando que hay “razas” que nos
separan, cuando las razas no existen y no son más que un invento del hombre,
así como las “clases sociales”, etc.), la inclinación sexual y condiciones
finalmente a las que cada uno pertenecemos y son características que nos
definen, pero no por esto se debe dividir. Lo ocurrido con mi hija mayor, me hace
pensar en mi hija menor: Emma, quien desde que nació tiene un hemangioma entre
su frente y nariz, que destaca y para muchos la aparta de ser una “belleza estereotipada”,
gente imprudente fisgona y chismosa es lo que he conocido en aumento durante
estos últimos cuatro años, desde que soy Mamá. Para mí (sobra decirlo) es mi hija
ante todo y como madre amo toda su piel y rincones. Sorprendéntemente Violeta que ya tiene consciencia de muchas cosas
y es capaz de hacer preguntas relacionadas con el clima o los sentimientos de
una persona o un animal, no ha preguntado por qué su hermanita tiene una ‘pelotita’
en su frente, pues para ella eso no la hace diferente de ‘los demás’,
sencillamente es la condición que ella tiene en estos momentos. Violeta no ha
aprendido a mirar de manera diferente a un hombre que tiene muñones y pasa por
la calle vendiendo artículos. Tampoco se asustó (como muchos creerían), con el señor
de la hamburguesería que tenía su rostro quemado y atendió nuestro pedido. Le
regaló sonrisas y mantuvo conversaciones cortas con él sin hacerle preguntas
por su rostro y en cambio agradeciéndole por darle la gaseosa que había pedido.
Tal vez en algún momento ella decida preguntar los rasgos que tienen las
personas desde luego; pero nunca serán entendidos como defectos. Porque defecto
es lo que tienen aquellas personas que se dedican a matar y hacer daño a otros.
No puedo
decir que nunca he caído en algún comentario que haya estado acompañado de
subjetividad o rechazo; pero lo que sí puedo decir es que me he vuelto más
consciente de que no quiero ser esa persona y de que la forma más inmediata de
activar esa consciencia, es a través de mis hijas. No pretendo ocultarles cómo “funciona”
nuestra sociedad, pero sí creo que está en mis manos y en las de mi esposo
darles a entender cómo pueden contrastar esa “funcionalidad”, partiendo del
precepto en que tenemos el poder de no convertirnos en obstáculos para nuestros
hijos/as y que ellos/as tienen y deben entender por nosotros la importancia que
merece conocer, respetar, compartir, aceptar, tolerar y saber que siempre
habrán condiciones distintas en todos que reflejan gustos, pensamientos y afinidades
por determinadas cosas, ideas y personas.
Para cerrar
quiero recalcar cómo lo que hoy vivió mi hija, es un síntoma claro de cómo los
papás nos encargamos de condicionar a nuestros hijos enseñándoles ‘lo que es’ y
‘lo que no es’, realmente importante en la vida, qué separa y qué divide. No
culpo al compañerito de mi hija por su comportamiento, finalmente entiendo y sé
que él, es una réplica de lo que sus padres le han mostrado, pues no siempre lo
que les decimos de manera directa es lo que se queda en nuestros hijos y es muy
ingenuo de nuestra parte pensar que solamente lo dicho es lo que se aprende.
Todo lo que ellos perciben de nosotros, es lo que aprenden. Finalmente invito a
quienes elijan leer esta carta abierta a pensar en cómo nuestros ejemplos se
convierten en obstáculos para los niños los cuales muchas veces podemos ayudar
disolver pensando que sí marca una gran diferencia el hecho de detenerse a
decirle a un niño o niña cuál es el juguete que debe o puede usar para sus
juegos.
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